martes, 28 de octubre de 2014

Jaime Aguilera: «Dictamos el desamparo de un niño solo en última opción porque ya es como operar a corazón abierto»

Jaime Aguilera García lleva nueve meses en el cargo de jefe de Servicio de Protección de Menores de la Junta de Andalucía en Málaga. Un puesto que, emocionalmente, no le fue fácil asumir ya que sustituía al que fue su mentor, Isidro Ramos, que en aquel momento luchaba contra una grave enfermedad y que falleció la pasada primavera. Aguilera recoge el testigo con el reto de velar por el bienestar y los derechos de los menores en la provincia y con el objetivo de «mejorar la coordinación» entre su propio servicio, así como de todas las instituciones que forman parte de los protocolos de protección.
¿En qué casos debe actuar el Servicio de Protección de Menores?
El Servicio actúa cuando existe una situación de desprotección del menor que lleva en interés suyo la necesidad de separarlo del medio. El año pasado decretamos 151 desamparos y a fecha de 31 de diciembre la Junta tenía la tutela de 929 menores en la provincia. Pero también intervenimos cuando los propios padres, en una situación extrema y transitoria, solicitan que la Junta se ocupe de la guarda y custodia de sus hijos. Pensemos, por ejemplo, en una mujer que está sola, con orden de ingresar en prisión, y que no tiene a nadie con quien dejar a sus hijos.
¿Cuándo se produce el desamparo del niño?
En casos de abandono, cuando el niño no está bien cuidado, y por supuesto cuando existen malos tratos. Pero también existen otros casos, como los niños que nacen con síndrome de abstinencia, y que han sufrido un grave maltrato prenatal.
¿El Servicio de Menores también interviene en el absentismo escolar?
Que un niño no vaya a clase no es, por sí mismo, un motivo para que intervenga el Servicio de Protección del Menor con un desamparo. Desde luego sí que supone un motivo de alerta. Los colegios y los centros de salud son en este sentido buenas alarmas para señalar que hay algo más. Pero hay que ver cuáles son los motivos de que no esté yendo a clase. Nosotros actuamos siempre en último caso.
¿Solo se actúa cuando la situación es extrema?
Tenemos que procurar no separar al niño de su entorno. Antes, hay que intentar solucionar el problema por otras vías. Yo siempre pongo el símil sanitario porque es muy claro. En primer lugar, deben intervenir los servicios sociales comunitarios, que son nuestros centros de salud; luego están los equipos de tratamiento familiar, que son los CARE. Y nosotros somos el hospital Carlos Haya. Cuando un caso llega a nosotros es para operar a corazón abierto y, por el bien del niño, es preferible no llegar a eso.
Sin embargo, en algunos casos, no saltan las alarmas y ya es demasiado tarde. ¿Cómo afronta estas situaciones?
Con enorme frustración. La violencia, el maltrato intrafamiliar ocurre de puertas adentro, muchas veces es difícil detectarlo y solo aparece la punta de iceberg a través de los servicios sociales, del colegio, del centro de salud... Por eso es tan importante la colaboración ciudadana para evitar, como usted dice, llegar demasiado tarde para un menor indefenso.

¿Cuál es el protocolo cuando la Junta se hace cargo de un menor?
Desde el primer momento, trabajamos para que el niño vuelva con sus padres. El año pasado se revocaron 169 desamparos. Si no es posible, intentamos que se quede al cuidado de un familiar directo, lo que llamamos familia extensa, un abuelo o una tía. En el caso contrario, contamos con una red muy amplia de familias ajenas, es decir, familias de acogida que permiten que el niño estén en un hogar hasta que se resuelve su situación y regresa con sus padres o le adopta una familia definitiva. Salvo excepciones, como que vaya con hermanos mayores, ningún niño menor siete años ingresa en un centro residencial sino que va a una familia de urgencia. Ahora bien, los centros de protección siguen haciendo un labor indispensable para los mayores de esa edad o para los menores no acompañados que vienen desde Africa.
¿Cuántas familias forman parte de la red de acogimiento?
Tenemos más de 150 familias de acogida, de las que 60 son de acogimiento de urgencia, dispuestas a acudir a cualquier hora del día o de la noche a por el menor en caso necesario. Debemos sentirnos orgullosos en Málaga de que haya personas que, coordinadas por las Instituciones Colaboradoras de Integración Familiar (ICIFS) Hogar Abierto e Infania, se ofrecen para cuidar a estos niños sin ser sus hijos y sabiendo que se van a marchar, porque eso está muy claro, un acogimiento nunca puede terminar en adopción, son figuras distintas.
¿Cuáles son los casos más comunes que llegan al servicio?
Sobre todo se producen casos de abandono. Los casos de malos tratos son mínimos. También están incrementándose las aperturas de informaciones previas por adolescentes en conflicto social. Pero ni siquiera llegamos a abrir expediente porque no podemos hacer nada.
«Estamos para proteger»
¿Cómo se actúa con esos adolescentes en conflicto social?
La sociedad tiene un problema serio con los adolescentes conflictivos. Nos puede llegar aproximadamente un caso a la semana en el que los propios padres nos solicitan que nos hagamos cargo de su hijo porque ya no sabe qué hacer con él y poco menos que te dicen que lo ingreses en un centro. Son auténticos polvorines con doce o trece años. Pero nosotros no podemos hacer nada desde el Servicio de Menores. Estamos para proteger a los niños cuando tienen un problema, no a los padres cuando su hijo es el problema y, por ejemplo, sufren malos tratos por parte de sus hijos. Tampoco tenemos medios para hacernos cargo de los menores de 14 años que cometen un delito pero que son inimputables por su edad. Nos sentimos atados de pies y manos. Pero insisto, la sociedad tiene un grave problema.
El servicio también se encarga de las adopciones, tanto la nacional como la internacional. ¿Han caído con la crisis?
Se está produciendo un cambio de tendencia debido al aumento de trabas en los países de origen y la crisis económica. Ahora recibimos más solicitudes para la bolsa nacional.
Siempre se ha dicho que para los niños adoptados es mejor permanecer en su entorno y su cultura. ¿Quiere decir esto que si los países de origen están cerrando la salida de niños en adopción es porque su propia red funciona mejor?
Eso sería lo deseable. La adopción internacional debe ser la última opción para un país, según el protocolo de protección del menor de la ONU. Pero hay que ver los verdaderos motivos.
¿Qué pasos incluye ese proceso?
El camino a seguir es, en primer lugar, devolver el menor a sus padres; si no, familia extensa, familia ajena, adopción abierta -esta figura que permite el contacto entre el niño adoptado y sus padres biológicos no existe en España pero en el nuevo anteproyecto de ley que está en trámite parlamentario sí viene recogido-, adopción cerrada nacional y luego la internacional. Si los países siguen estos pasos y los niños no tienen que salir al exterior para encontrarles un hogar, bienvenido sea. Pero si los menores se quedan en su país para estar no bien atendidos en macroinstituciones hasta que sean mayores de edad, entonces es preferible, en interés del menor, la adopción internacional.
(Fuente: www.diariosur.es)

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