viernes, 28 de noviembre de 2014

“Todas las noches rezábamos pidiendo una mamá y un papá”. (Adopción en Puerto Rico)

El testimonio de Alicia, la docente que tuvo a cargo los últimos 3 chicos de Lorena Molina y Carlos Riveros, sobre cómo le cambió la vida a los niños este año y su tristeza de no tenerlos más.


"A pesar de que son chiquitos, yo siempre les dije que se iban a ir de mi lado. Todas las noches le pedíamos a Dios por un papá y una mamá. Yo creo me entendían, yo los preparé para que no sufrieran cuando se fueran”. Alicia cuenta con la voz temblorosa cómo fue su relación con A., J. y J, los tres niños cauceteros que les quitaron por abandono a Lorena Molina y Carlos Riveros en uno de los casos más desgarradores que se conocieron el año pasado. Alicia los tuvo en tutela hasta que finalmente hace dos semanas fueron dados en adopción a un matrimonio de Santa Lucía. 
 
"Ellos lógicamente primero no se querían ir, primero fueron los fines de semana y después la jueza decidió mandarlos con la nueva familia. Yo los puedo ir a ver y fui una vez, veo a uno de los chicos que viene a la escuela de nivel inicial pero he decidido no ir tan seguido porque lloraban para venirse conmigo. Cuando estén bien adaptados voy a poder ir”, cuenta la docente soltera que a poco de jubilarse acogió en su casa a los tres menores.
 
"Nunca antes tuve experiencia de criar chicos ajenos, me enteré por los medios y me surgió ayudarlos, la mama era una chica de la zona que yo conocía y los modos quizá no son los adecuados, sería bueno que los chicos no estén en hogares sino tener personas como yo que los tengan un tiempo transitorio. Ya están dados en adopción y no es fácil para mí pero es lo que yo sabía desde un principio que iba a pasar. Primero dije que no los quería adoptar, pero después me encariñé y me arrepentí, pero el bien para ellos es tener un papá y una mamá y están los tres juntos”.
 
El 7 de noviembre de 2013 le cambió la vida a Alicia y a los tres nenes que cobijó en su hogar también. Pasaron de la miseria de un rancho a una casa confortable y llena de amor. "Como habían sufrido tanto fue muy difícil todo lo vivido. Y ahora son otros niños, están contentos. El del medio no hablaba ni caminaba y ahora sí. Con los tres pasé sus cumpleaños y les hice fiestas. Era su primera experiencia,  con torta, castillito, con sus amiguitos. Todo les asombraba, los llevaba a los jueguitos del híper y se asombraban”, recuerda. El  más grande empezó la escuela y todos tuvieron por primera vez sus controles médicos y vacunas en regla.
 
De ser una mujer sola, con 58 años, Alicia tuvo que adaptarse a vivir con tres bebés. "Fue un reto, pero muy positivo. Al principio dormíamos todos juntos porque tenían miedo y después tenían una habitación para los tres. Todo el mundo les regalaba juguetes y ropa. La gente que se enteraba venia y traía. Y la Dirección de la Niñez desde un principio trajeron pañales y los últimos meses me ayudaron con un subsidio para mantenerlos”, relata.
 
Mientras los vecinos y los parientes de Alicia aceptaron a los chicos como propios y les dieron amor, los padres de los nenes no se acercaron más a verlos: "Se intentó que viniera la mamá a ayudarme al principio pero después se prohibió que vengan los padres porque cuando venían los chicos se ponían nerviosos, no dormían de noche. No vi que a ella le interesara recuperarlos. Ahora que no están conmigo todo el mundo los extraña”.
 
Con la casa nuevamente en silencio, Alicia concluye: "Es muy difícil estar sin los chicos, pero Dios pone las cosas en el camino por algo. Ahora se los ve felices, tienen muchos tíos y primos nuevos. Y sin conocerlos tengo buena relación con los padres adoptivos. Yo desearía que la relación con los chicos sea para siempre”.
(Fuente: www.tiempodesanjuan.com)

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