martes, 13 de agosto de 2013

Adopción: Lo que los niños necesitan...

Una extendida creencia en relación con la adopción es que todo lo que los niños necesitan son padres que los quieran. Si bien esto es cierto, también es preciso entender cómo se gesta una relación entre personas desconocidas, qué nutrientes son necesarios para construir una vinculación que cambiará la vida de los involucrados, cuáles son algunas de las principales dificultades que pueden presentarse y cómo enfrentarlas.
Para mayor claridad, nos ocuparemos primero de temas referidos a los padres.
Motivación. El deseo de ser madre/padre está multideterminado y quizás no sea posible, ni necesario, conocer sus fuentes. Lo importante es asegurarse de que la finalidad principal del adulto no sea compensar su propio estado depresivo, neurótico o de carencia personal, sumido en la creencia errónea de que si tuviera un niño para cuidar mejoraría. Ello suele resultar desastroso para el pequeño y muy frustrante para quienes aspiraban a resolver así sus problemas.
Capacidad mental (para adoptar un niño). La capacidad que se requiere del adulto es la de poder tener en cuenta y amar a otro sujeto. Sólo de este modo podrá resignar en parte sus necesidades personales y priorizar el cuidado y el contacto afectivo y sensible durante el tiempo que el pequeño lo requiera. Además, los adultos deberán ser capaces de realizar los duelos relativos a sus propias carencias –si las hubiera– (infertilidad por ejemplo), y las que cada niño traiga consigo (abandonos, traumas, etcétera).
Disposición emocional (cuando reciben al niño). Ello depende en gran parte del tiempo y de las condiciones de espera, ya que conocer la fecha probable de nacimiento ayuda a tolerar el extraordinario cambio de prioridades que se produce en la vida de personas adultas con una diversidad de intereses cuando esperan un hijo, pero puede resultar mucho más difícil mantener todo en suspenso si se espera “indefinidamente”.
Configuraciones familiares diversas. En la actualidad, el paisaje es variadísimo: concubinato, familias monoparentales, familias reconstituidas, familias adoptivas, familias que utilizaron la reproducción asistida, familias de acogimiento. A las que se agregan las familias homo parentales. Un tema abierto es el vinculado con inmensos cambios culturales, sociales y jurídicos de las últimas décadas. Desde el punto de vista de la salud mental, las evidencias indican –que salvo en la procreación–, las diferencias entre mujer y hombre para la parentalización son aspectos pasibles de aprendizaje. Según Emilce Dio Bleichmar, “podríamos resumir el derecho de los niños en contar con padres que los hayan deseado y que estén capacitados para cumplir con las funciones propias de la parentalización, funciones múltiples y diferenciadas que suelen definirse por la fórmula apego seguro o un buen vínculo”.
En relación con los niños, consideramos dos aspectos básicos.
Historia previa a la adopción. Cada vez prevalece más la tendencia a pensar que el “self”, la personalidad, el carácter, los modos de interesarse, de proponer, de resolver, etcétera, están íntimamente construidos, ligados y tejidos en interacciones complejas con el entorno, complejas desde su inicio y no sólo a posteriori. El ser humano va acumulando experiencias, en lo que intervienen su potencial heredado, las influencias congénitas o intraútero y las relaciones que establece con otros desde su nacimiento. De este modo, se genera una sensación de continuidad existencial que permite construir una perspectiva organizada de sí mismo y de los otros, desde la cual nos relacionamos con el mundo.
Esto implica que las bases de la personalidad y las pautas de relacionamiento entre las personas se instauran en etapas muy tempranas y, si alguno de estos aspectos es perturbado, pueden observarse problemas en la etapa neonatal, en el bebé y el niño pequeño.
Por ello es necesario conocer el tipo de vínculos que el niño estableció en los días, semanas o meses que precedieron la adopción. Puede que a los padres adoptivos les cueste aceptar falencias que no son de ellos, pero hacerlo evitará que se sientan ineficaces como padres y que tiendan a culparse de todas las dificultades. Si hubo problemas que complicaron las primeras etapas del desarrollo emocional, necesitarán ayuda para comprender el tipo de dificultad que puede presentar el niño y, en ocasiones, tal vez sea necesario que ellos cumplan un rol terapéutico.
También hay información dirigida a la construcción de una identidad integrada y saludable.
Decir que los niños adoptados necesitan información sobre sus orígenes es cierto, pero puede no ser suficiente. El niño necesita palabras, junto con actitudes, que le permitan comprender cognitiva y afectivamente aquello que vivió en una etapa en la que no podía integrar en una experiencia personal lo que le estaba pasando.
Pero ello puede no ser fácil, pues en esta “verdad” se condensan emociones muy intensas, tanto para los hijos como para los padres adoptivos. Por eso conviene pensar, más que en una información puntual, en un pozo profundo del que permanentemente podrán emerger diferentes tipos de recuerdos (a veces tan solo percepciones aisladas como un olor, una melodía, una textura, un gesto, o episodios más definidos) como interrogantes, los que necesitan ser contenidos a pesar de lo inalcanzable o penoso de las respuestas.
Esta “información” será fundamental para construir una relación parental y familiar confiable, de modo que la fórmula de “el doctor me dijo que yo tenía que esperar que el nene preguntara” solo puede resultar si hay una predisposición genuina a ayudar a que el hijo integre diferentes aspectos de su vida. Los padres tendrán que lidiar con sus propias dificultades, y necesitarán hacer el duelo por la infertilidad, por la ausencia de rasgos físicos o de carácter que los conecten con sus hijos adoptivos, por tener que hacerse cargo de errores ajenos, etc. Los hijos deberán afrontar el dolor de preguntarse por qué no están con sus padres biológicos, si estos nuevos padres los quieren a pesar de tener otro color de piel o de ojos, que pasó con aquellos que dejaron atrás, cómo serán ellos mismos cuando tengan un hijo y mucho más.
En estas circunstancias, la información conecta con aspectos centrales de la identidad personal y evoca sentimientos de autenticidad, continuidad y valor del sí mismo y del otro.

Irene Kremer: Especialista en Psiquiatría Infanto Juvenil - Profesora de posgrado de la UCC.
(Fuente: La Voz.com, de Argentina)

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