Iván González, de origen ruso, camina de Finisterre a Moscú en busca de su familia
Más de 4.000 kilómetros a pie y ocho países de por medio para salvar la distancia entre Finisterre (Galicia) y Moscú (Rusia). Es el reto que se han fijado Iván González y Jesús Fernández y que esperan lograr dentro de diez meses. Pero esta aventura es más que un reto, es el intento de Iván González por reencontrarse con sus raíces, ya que con 7 años fue adoptado en España y nunca volvió a saber nada ni de su familia, ni de sus orígenes rusos.
Jesús Fernández, natural de Mieres, conoció a Iván González en Madrid, donde ambos residen de manera habitual. Tras varios meses en el paro, a Fernández se le ocurrió lanzarse a la aventura y realizar el Camino de Santiago, una propuesta a la que rápidamente se sumó su amigo. Pero sus planes cambiaron cuando a medio camino Iván le confesó su dura historia vital.
«Era mi secreto, nunca se lo había contado a nadie», confiesa González. Es entonces cuando se les ocurre organizar una travesía simbólica desde Finisterre, como fin del mundo, hasta Moscú con el objetivo de llamar la atención sobre su causa y que alguien les ofrezca pistas sobre los antepasados de Iván.
El joven de origen ruso apenas recuerda nada de su casa. Sólo sabe que un día apareció una patrulla de policía para recogerles a él y a su hermana y llevarles a un orfanato. Desde entonces el camino de ambos hermanos se separó para siempre y González sólo piensa en reencontrarse con su hermana, de la que sólo conserva un nombre: Vika Fiodorvf.
Con siete años llegó a Madrid donde fue adoptado por una pareja que jamás le contó nada de su pasado. Ni fotografías, ni apenas recuerdos. No le queda nada de su pasado en Rusia. De hecho, González ha olvidado el idioma y sólo le salen algunas palabras sueltas. Ahora quince años después, está dispuesto a recuperar su pasado y, si finalmente encuentra a su hermana, espera poder rehacer su vida en Rusia.
Su amigo en cambio se plantea el viaje como una oportunidad «de hacer algo bueno en la vida».
Además se muestra crítico con el sistema de adopción que desarraiga al niño de su entorno, sin fomentar el apego por su cultura o su idioma. «Sabemos que hay colectivos que luchan contra esto en Rusia y tratamos de contactar con ellos para que nos ayuden a saber algo del pasado de Iván», precisa.
Una vez salgan de España, deberán cruzar Francia, Alemania, la República Checa y después Estonia y Letonia, ya que aunque Bielorrusia era la opción más rápida para entrar en Rusia, la inestabilidad del país les da miedo. No temen las distancias, sino más bien el frío con el que se encontrarán en Centroeuropa.
De momento están contentos y convencidos de que podrán finalizar su aventura. El fin de viaje lo han situado en Moscú, la capital, aunque esperan ir en tren a Nevezay, el lugar de origen del joven.
(Fuente: www.lne.es)
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