El tren de medianoche se detuvo entre Crimea y la nueva frontera con Ucrania. Kristine Proctor apretó los dientes y contuvo la respiración. Afuera en el andén, soldados armados miraban hacia adentro. “¿Lleva extranjeros?", le preguntaron al conductor. “Dos americanos”, contestó en monosílabos. No hubo más preguntas y el tren volvió a arrancar perdiéndose en suelo ucraniano, con destino final Kiev.
Kristine soltó el aire. Había logrado sacar sana y salva a su hija, el último huérfano de Crimea adoptado por norteamericanos.
“Estaba aterrada”, recuerda Krisinte en diálogo teléfonico con la cadena ABC. “Tuvimos muchos milagros”, admitió.
Justo unas horas después de que los Proctor cruzaron la frontera hacia Kiev, Crimea quedaba oficialmente anexada a Rusia, que a su vez había prohibido todas las adopciones a ciudadanos de Estados Unidos. Decenas de huérfanos de Crimea que estaban a punto de ser adoptados por norteamiercanos quedaron así en el limbo. Melissa, la hija de los Proctor, fue la última en lograr escapar.
Cuando Kristine y James llegaron días antes a Crimea para llevarse a su hija adoptiva, se encontraron con un escenario casi de guerra, con soldados rusos desplegados en las calles. Con un referendum que prometía dejar a ese territorio ucraniano en manos de los rusos, el matrimonio se dio cuenta que tenía que enfrentar una carrera contra el tiempo.
Habían conocido a Melissa, cuyo nombre de nacimiento es Yana, en diciembre, unos pocos meses antes de cumplir 16 años, la edad en que el sistema de orfanatos ucraniano dejá a los chicos huérfanos a su suerte.
Pero la adopción se retrasó en manos de los burócratas de Kiev. Mientras el matrimonio esperaba, la situación en Crimea empeoraba en su camino a la independencia y su anexión a Rusia.
James debió regresar y Kristine se quedó sola en una ciudad copada por marchas de prorrusos, en las que enardecidos manifestantes gritaban consignas contra Kiev y Occidente. Kristine sabía que debia guardar un bajo perfil.
La Corte dio el visto bueno a la adopción un día después del referendum separatista de Crimea. La unificación oficial con Rusia todavía estaba a unos días de concretarse, pero las autoridades de Crimea ya habían comenzado el traspaso y dejaron de emitir los documentos ucranianos que la adolsecente necesitaba para dejar el orfanato y completar su adopción.
Nadie parecía ayudar. No hubo manera de conseguir un pasaporte. Hasta que finalmente con un número de seguridad social lograron sacarle un pasaje en tren a Kiev. Era el boleto de salida.
Subieron al tren pocas horas antes de que Rusia completara la anexión. “Cuando el tren llegó a la estación de Kiev, nos pusimos a llorar”. Pero en Kiev la situación no mejoró. Y las autoridades les encomendaron que volvieran a Crimea a buscar un pasarporte. “Esa no es una opción”, les contestó Kristine. “¿Tienen idea lo que está pasando allá?”, les preguntó.
El caso de Melissa quedó en un limbo legal por días. Hasta que las autoridades ucranianas se pusieron al día con la realidad geopolítica y emitieron pasaportes en Kiev para los crimeos. Poco después Melissa consiguió la visa americana y voló a EE.UU. Pero muhos otros chicos quedaron atrás y es poco probable que las autoridades rusas acepten sus adopciones. Melissa fue, por ahora, la última en conseguirlo.
(Fuente: Clarin.com)
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