Las adopciones de niños y niñas representan una vía de solución y a veces de salvación cuando las circunstancias se presentan insuficientes para cubrir las necesidades básicas del niño y de la niña e incluso para el mantenimiento de su propia vida.
Las excepcionales condiciones en las que ha de tomarse la dura decisión de dar a un niño o niña en acogida son tan múltiples, delicadas y de seguro difíciles, que no podrían describir justa y objetivamente la generalidad de ellas. Sin duda, en la base de los motivos que llevan a los padres adoptantes a iniciar un proceso largo, difícil, arriesgado y no exento de desgaste está el amor y el bienestar del niño.
Desde abril conocemos los casos de las familias españolas que viajaron a Etiopía a recoger a sus hijos y cuya felicidad se vio truncada, junto a la de los pequeños, cuando inesperadamente, se revocó la sentencia en principio favorable a su adopción. Allí se mantuvieron en pie, apostando por la vida y los derechos humanos que deberían estar garantizados en todos los ámbitos y todos los procesos sin excepciones. Sin embargo, a finales de agosto la justicia etíope volvió a anular la adopción. Han recurrido la resolución y seguirá apostando por los derechos de sus hijos, que es lo que hacen los padres. Porque estos niños ya eran hijos suyos antes de que la sentencia les fuera favorable, lo continúan siendo después de que les fuera revocada y lo seguirán siendo decidan lo que decidan las autoridades. El corazón no entiende de firmas.
Fueron tan numerosas las peticiones de adopción en aquel país, que hubo de recurrirse a protocolos, necesarios, pero que a menudo, especialmente en casos en los que surgen problemáticas, invisibilizan a los niños y sus derechos afectivos, de protección, de vivir y de desarrollarse al amparo de un ámbito seguro, en el que se les permita ejercer de lo que son, de niños y niñas. Las expresiones políticamente correctas no pueden paliar los desgarros sentimentales que supone separarse de un hijo. La actitud de estos padres dan muestra ante cualquier país de su idoneidad como adoptantes. A pesar de su más que patente dolor y su sin duda dura y estresante lucha por recuperar a sus hijos, mantienen en todo momento el respeto por el país de ellos, por sus orígenes, por sus raíces.
“Adopción” es un término necesario para describir un proceso por el que se ha traído un hijo o una hija a las vidas de unos padres. Pero no debe establecer distinciones sobre la calidad del afecto que se deposita en ellos, ni mucho menos decidir cuando debe empezar a darlo y a recibirlo. Ningún padre requiere de una firma para hacerlo.
Pero es cierto que el proceso de adopción lleva implícitas unas connotaciones psicológicas y emocionales con las que ambos tendrán que convivir, para hallar la mejor manera de preservar todos los derechos que el niño o niña trae consigo por el hecho de provenir de otra culturas, otra vida y otros lazos afectivos.
Me reúno con Ricard Domingo, Presidente de la Asociación AFNE ( Asociación de Familias de Niños y Niñas de Etiopía), y su primera frase ya me hace saber que estos derechos son una premisa fundamental para la relación de respeto y amor entre ellos: “ Lo único que justifica la adopción es el beneficio del niño, no de la familia adoptante”.
AFNE se crea, entre otros motivos, con la intención de preservar los orígenes del niño/ niña etíopes, atender a la etapa post adopción, mantener los vínculos del niño con Etiopía, intercambio de aprendizaje entre las familias, establecer proyectos de colaboración con su país de origen, ayudar a sus hijos a salvaguardar su tradición, incluso su lengua.
Es importante conocer la relevancia que las familias de esta asociación conceden al niño como entidad. No como una posesión a la que revestir de unas nuevas características frontalmente alejadas de las que ancestralmente poseen. Los padres y madres de estos niños en España saben que tienen hijos etíopes que siempre lo serán. Por lo mismo, se implican en la cooperación de proyectos necesarios para su desarrollo sostenible. Escucho con admiración como algo tan sencillo para nosotros, redunda en un importante cambio positivo en la vida de las familias de algunos pueblos etíopes. AFNE también colabora en la construcción de pozos para traer el agua a la superficie y hacerla útil y rentable. Una vez dispusieron de ellos, pudieron regar los huertos familiares que surcaron de manzanos, al descubrir que sobrevivían con facilidad y nutrían a una importante parte de sus miembros. Lo sencillo y rudimentario para países desarrollados puede ser vital para estas poblaciones, que dan a lo importante un valor que las poblaciones más avanzadas hace tiempo olvidaron. Pero aún hay otro factor añadido en estos huertos y es el hecho de que los etíopes de estos pueblos se dieron cuenta de que no era el “mundo avanzado” el hacedor de milagros, sino que ellos, con los recursos adecuados, podían hacer lo mismo. La oportunidad de la capacitación es una de las intenciones valiosas de estas familias. En esta línea, colaboran también organizando actividades como las carreras solidarias. Con los beneficios, compraron máquinas de coser, con las que, de nuevo, la población que aprendió a usarla supo que con el material adecuado, ellos también podían autoabastecerse de ropa y enseres tan necesarios para la vida cotidiana. Y es que esta palabra que aquí asociamos a tedio, en algunas poblaciones, abarca y significa el total de la vida.
Sin duda, los padres adoptantes de niños etíopes entienden la responsabilidad que adquieren al tener hijos. Desde el primer momento que comparten su vida aquí en España, integran el respeto a sus raíces ancestrales y les ayudan a mantenerlas con orgullo positivo. Es un derecho fundamental de sus hijos y como tal y sobre él, edifican su relación. Sinceridad, respeto, amor y una enorme dosis de colaboración con el niño, atendiendo y comprendiendo sus necesidades de contacto con sus ancestros. Permitiéndoles conocer, potenciar y utilizar de manera constructiva la independencia que saben que deben preservar en ellos para no invadir y anular su espacio cultural, sino colaborar conjuntamente, como un equipo perfecto y armónico fundamentado en el respeto para construir un intercambio cultural enriquecedor para todos.
Cuando se habla de derechos fundamentales de los niños, de justicias y de familias que quieren, pueden y saben serlo, las estadísticas no son necesarias. Solo la cordura, la moral y la tan necesaria empatía en un mundo tan grande y diverso como complejo. Sin ella, todo quedará lamentablemente lejos de las miras de aquellos que dicen trabajar por y para un mundo mejor.
Las dos familias adoptantes han iniciado una campaña para poder regresar a España con sus hijos en Change.org.
Maribel Maseda es Diplomada Universitaria en Enfermería, especialista en psiquiatría y experta en técnicas de autoconocimiento. Autora de obras como Háblame, El tablero iniciático, y La zona segura.
(Fuente: blogs.20minutos.es)
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