miércoles, 12 de noviembre de 2014

Huérfanos del ébola.

Los datos oficiales indican que en Sierra Leona, cada día 80 personas se infectan de ébola. Sin embargo, los voluntarios que están sobre el terreno piensan que la cifra podría ser dos o tres veces mayor. Ellos también denuncian que no hay camas suficientes para atender a todos los pacientes. Se calcula que ahora mismo hay solo 800 libres, por lo que si se echan cuentas, en 10 días no habrá ninguna disponible. Por eso, el gobierno de Sierra Leona está enviando a muchos enfermos a sus casas para que sean las propias familias las que cuiden de ellos, poniendo así en riesgo de contagio a muchas más personas. Hay casos de familias enteras que han muerto y cuyos cadáveres han estado en la casa hasta cuatro días antes de que los equipos de enterramiento los recogieran.
Así lo cuenta el Padre Jorge Crisafulli, argentino, residente en Ghana y Superior de los misioneros salesianos en los países de habla inglesa de África Occidental (Ghana, Liberia, Nigeria y Sierra Leona), a su paso por Madrid. El misionero está convencido de que “estamos perdiendo la batalla contra el ébola”.
En este momento, a pesar de la ayuda internacional (que llega tarde y muy despacio, según el sacerdote) y de los muchos voluntarios que hay, además de las estructuras sanitarias, hacen falta alimentos y más personal médico para atender a todos los enfermos. Otro dato: este curso los colegios no han abierto para evitar las aglomeraciones de personas y la propagación del virus; por ello, cientos de miles de niños y niñas están en sus casas sin recibir educación. No se sabe cuánto durará esta epidemia. Algunos dicen que “el ébola ha venido para quedarse”, lo que provoca miedo y tensión. Por otro lado está el estigma que deja la enfermedad en las personas que la superan.
Por estas y muchas otras razones, se puede decir que los tres países más afectados por esta epidemia, Guinea, Sierra Leona y Liberia, viven momentos cruciales. Para dar respuesta a esta crisis, los misioneros salesianos han creado grupos de trabajo donde analizan semanalmente la evolución de la situación y deciden cómo continuar su trabajo. A ellos, señala el padre Crisafulli, les preocupa mucho más el día después, el qué pasará cuando los focos dejen de alumbrar a estos países y la ayuda internacional desaparezca. Esto no es algo nuevo en la zona: sucedió lo mismo después de las guerras de Sierra Leona y Liberia. Los salesianos, como tantos otros religiosos, se quedaron durante los conflictos y siguieron trabajando una vez terminados. Por esa misma razón, esta vez también permanecen para seguir junto a las personas que más lo necesitan en Sierra Leona y Liberia.

Huérfanos del ébola

Como en tantas otras crisis, los niños y niñas son los más vulnerables y los que más sufren las consecuencias de esta situación. Según Unicef, de los 16 millones de personas que viven en los tres países más afectados por la epidemia, 8,5 son niños y jóvenes menores de 20 años.
Las cifras que manejan los misioneros hablan de que en la actualidad, solo en Sierra Leona, hay 530 niños y niñas que han perdido a todos los miembros de sus familias y 153 cuyo padre o madre ha muerto. Además, unos 1.500 menores se encuentran en cuarentena sospechosos de estar infectados por la enfermedad. Esto es solo en un país, porque en toda la región, se calcula que hay unos 4.000 huérfanos.
Qué hacer con estos niños y niñas se preguntaron los misioneros desde que empezaron a darse cuenta de esta realidad.
Los salesianos, siguiendo el mandato de su fundador, el sacerdote italiano Don Bosco, se ocupan, principalmente, de la educación de los jóvenes. Por todo el mundo tienen escuelas, centros de formación profesional y oratorios donde niños y jóvenes de todas las edades concurren para, a través del deporte y las actividades extra escolares, desarrollar sus cualidades personales.
Además, en muchas partes de África, desde hace años, trabajan con los niños de la calle de las grandes ciudades, un fenómeno que a finales del siglo pasado empezó a alcanzar grandes proporciones. Ahora, una vez más, se han organizado para dar respuesta a una nueva necesidad y han abierto un hogar para acoger a estos niños y niñas huérfanos del ébola.
Con ayuda enviada por las misiones salesianas españolas han procedido a reformar una de sus escuelas para convertirla en un centro de acogida. En él solo reciben a menores que han perdido a sus familias pero no a los que están infectados de ébola, ya que esos niños supondrían un riesgo para los otros y los trabajadores.


El padre Crisafulli, con uno de los niños con los que trabaja. / MISIONES SALESIANAS
Comenta el padre Crisafulli que los salesianos han adoptado sus propias medidas de seguridad para evitar cualquier tipo de contagio, creando una zona de cuarentena donde se siguen todos los protocolos de seguridad. Los niños y niñas que llegan remitidos por el gobierno sierraleonés y por Unicef, están allí 21 días antes de pasar al centro. Cada menor tiene su propio grifo y ducha para evitar contagios. Cada tres horas se les toma la temperatura; si alguno de ellos presenta síntomas de la enfermedad es aislado y trasladado a una carpa especial donde el médico que trabaja con ellos hace los análisis que son enviados al laboratorio. Si el niño da positivo es derivado a uno de los centros de tratamiento de la enfermedad.
El equipo que trabaja en el área de cuarentena está compuesto principalmente por personal sanitario y jóvenes que han sobrevivido al ébola y que por tanto están libres de un nuevo contagio.
En este momento, en el centro que abrió sus puertas el ocho de septiembre, hay 18 niños y niñas de edades entre los dos y los 17 años, y 50 están en la zona de aislamiento. Las instalaciones pueden acoger hasta un total de 120 menores.
Esos chicos y chicas reciben educación informal o formación profesional durante las mañanas; por las tardes participan en actividades extraescolares como musicoterapia, deportes, trabajo en el huerto...
El objetivo de los misioneros salesianos es, al igual que hacen en su trabajo con los menores de la calle, reunificar a estos niños y niñas con algún familiar cuando la ocasión lo permita y, en caso de no lograrlo, buscar familias de acogida que se encarguen de ellos. No contemplan la adopción internacional de estos menores.
El padre Crisafulli es consciente de que para algunos de estos menores no encontrarán familias, al igual que les sucede con los niños de la calle que tienen, y que terminarán quedándose con ellos, por lo que tendrán que buscar recursos para mantenerles y ofrecerles una educación.

Trauma sobre trauma

Cuando los niños y niñas llegan al centro de los salesianos se encuentran muy confundidos, no entienden lo que les está pasando. Los que han sobrevivido a la enfermedad salen de un hospital donde han estado aislados y cuidados por unos señores con unos trajes que les hacían parecer llegados del espacio exterior. De ahí pasan a otro lugar desconocido para ellos, con gente nueva, lejos de sus hogares y familiares, la mayoría de los cuales han muerto. Los menores tienen que enfrentarse a todo esto casi sin ayuda. Van superponiendo un trauma sobre otro, muchos de ellos muy profundos.
Todos ellos necesitan ayuda psicológica, pero no es fácil conseguirla ya que a los salesianos en Sierra Leona les falta personal formado en ese campo. Por eso, el padre Crisafulli hace un llamamiento buscando psicólogos voluntarios que quieran ayudar a estos menores.
Mientras, los salesianos y el personal que trabaja con ellos ofrecen a estos niños y niñas un ambiente alternativo, un hogar donde el menor se siente querido, apreciado, con actividades y juegos. Eso transforma su vida. Cambian mucho en una sola semana. Pero aun así, siguen necesitando ayuda psicológica.

Seguridad

El rechazo y el estigma que producen el ébola, obliga a los salesianos a mantener en secreto la localización del centro. A los vecinos del recinto se les ha comunicado que se ha superado la capacidad del hogar de acogida de menores que tienen en la capital, Freetown, y han tenido que abrir una sucursal.
“Si los habitantes de la zona supieran que tenemos niños huérfanos de ébola o curados de la enfermedad, podrían destruir las instalaciones o atacar a los misioneros”, comenta el padre Crisafulli. Además, algunos de los menores han sido acusados de ser brujos porque han sobrevivido, mientras que el resto de sus familiares han perecido. Por esto, sus vidas corren peligro.
Todas estas razones y el respeto que se merecen los menores, llevan a los misioneros a ocultar la identidad de los mismos y evitar la difusión de nombres, historias personales y fotos, para evitar su identificación.

Prevención y sensibilización

El programa que los misioneros salesianos están implementando en Sierra Leona y también en Liberia, incluye una campaña de sensibilización y educación para prevenir la propagación del ébola. Para ello cuentan con jóvenes adultos voluntarios que tras recibir varias semanas de formación impartida por médicos y enfermeras, algunos de los cuales estuvieron infectados por el virus y han sobrevivido, recorren las comunidades informando a la población sobre la enfermedad y sus vías de contagio. En calles y plazas de las aldeas que visitan representan pequeñas obras de teatro que evidencian los riesgos de la epidemia y cómo prevenirla. También recurren a canciones sencillas y a las visitas puerta a puerta para transmitir sus mensajes.
Al mismo tiempo reparten cubos, cloro y guantes y enseñan a la población a usarlos para desinfectarse y protegerse.

El futuro

Al padre Crisafulli le preocupa mucho el futuro de los niños, niñas y jóvenes de Liberia y Sierra Leona porque los colegios están cerrados y puede llegarse a tener una generación perdida. Según Unicef, en los tres países afectados por el ébola 3.5 millones de niños no pueden acudir a los centros escolares. Solo en las escuelas que dirigen los salesianos en Liberia y Sierra Leona, más de 10.000 niños y niñas se han quedado en sus casas; por eso piensan en cómo hacer posible que estos jóvenes no pierdan el curso.
Están terminando de diseñar un programa de educación en casa. La idea es que los maestros preparen las lecciones y que a través de un servicio organizado de mensajería, formado por los alumnos de los últimos años montados en bicicletas, se repartan los textos casa por casa y se recojan los ejercicios y deberes hechos para que los profesores los corrijan. Todo está preparado para comenzar en enero.
Si la epidemia se prolongase en el tiempo, entonces los misioneros tienen pensado poner en marcha un sistema de educación a través de la radio. Pero para ello hace falta disponer de una emisora y de personas que realmente sepan enseñar utilizando los micrófonos. Ellos esperan que no se tenga que llegar a este caso extremo, pero tienen que contemplar todas las posibilidades e ir adelantando trabajo.

SOS hijos del ébola

Esta es la razón que ha traído al padre Jorge Crisafulli a Madrid donde nos comenta todos estos datos y hace un llamamiento a la Comunidad internacional para que se movilice y haga algo, que no solo envíe dinero y se lave las manos; porque hacen falta voluntarios, médicos y personal sanitario, técnicos de laboratorio…Para apoyar estos proyectos y seguir cuidando de los huérfanos del ébola, las misiones salesianas han lanzado la campaña SOS hijos del ébola, con el fin de recoger fondos que les permitan continuar su labor en Liberia y Sierra Leona.
A pesar de la malas noticias, el padre Crisafulli se presenta optimista y está convencido que la batalla contra el ébola la van a ganar. Porque cuentan con el arma más poderosa: la esperanza.
(Fuente: Diario El País)

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