Diego (nombre ficticio, prefiere mantener el anonimato) lo tenía claro: quería ser padre aunque fuese un hombre sin pareja. Barajó distintas opciones, pero pronto se decidió por recurrir a una madre subrogada. Un año después de tomar la decisión, este empresario de una pequeña ciudad del norte de España viajaba a Los Ángeles para escuchar el primer llanto de su hijo Martín. Casos como el suyo han hecho que se dispare el número de bebés que se inscriben en los consulados españoles en otros países fruto de la maternidad por sustitución. De hecho, se calcula que en 2014 los nacidos con este método e inscritos como hijos de padres españoles ya superaron a los adoptados (unos 1.400 frente a los 1.188 procedentes de la adopción).
Así lo confirma Didac Sánchez, director de Subrogalia, una empresa que facilita este servicio a padres españoles y que, solo el año pasado, tramitó e hizo realidad más de 280 peticiones. Sebastián Expósito, director de VDA Fertility Consulting, considera que es muy arriesgado dar un dato concreto de nacimientos por este método, ya que los consulados no facilitan la cifra; lo que sí confirma es el aumento tanto de la demanda como del número de países en los que se puede realizar (con la incorporación, por ejemplo, de Grecia, que antes únicamente permitía esta práctica a sus propios ciudadanos).
Es curioso que tantos niños vengan al mundo a través de una práctica que nuestra legislación penaliza de forma explícita. La Ley de Reproducción asistida de 2006 dice que será "nulo de pleno derecho el contrato por el que se convenga la gestación, con o sin precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del contratante o de un tercero". Y determina que los así nacidos siempre serán hijos de la mujer que da a luz. En otros países, sin embargo (como Estados Unidos, Ucrania, Rusia, Georgia, la India, Tailandia y ahora Grecia), el proceso es legal y hasta allí acuden los españoles.
Un vaivén de disposiciones legislativas dejó durante un tiempo a varios niños venidos al mundo por esta práctica en un limbo legal, sin nacionalidad española y sin ningún derecho. Pero todo se solventó cuando, en julio de 2014, el Ministerio de Justicia ordenó a los consulados que inscribiesen en el Registro Civil a los nacidos por gestación subrogada.
Ricky Martin con sus hijos en la playa. Foto: Gtresonline.
Los tribunales han dado incluso un paso más allá y han empezado a dictar sentencias que equiparan los derechos de los padres de hijos concebidos por este método con los de biológicos o adoptados. El pasado mes de agosto, el enfermero canario Alexis Mateo obtuvo el primer permiso de maternidad que concedía el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) a un padre homosexual por un caso de mellizos nacidos gracias a la gestación subrogada. Después de que el Instituto Nacional de la Seguridad Social le denegase esta prestación para el cuidado de sus dos hijos, Alexis Mateo emprendió una batalla en los tribunales junto a su pareja, Jorge, hasta que la Justicia le dio la razón reconociéndole el derecho a recibir el sueldo correspondiente a las 16 semanas de baja maternal. Al igual que el Tribunal Canario, otra decena de sentencias han respaldado a padres con estas demandas.
Con este nuevo escenario, el interés que despierta esta forma de lograr la paternidad ha ido en aumento. Tanto es así que en la pasada Feria de Reproducción Asistida, INVITRA, celebrada en Madrid en noviembre pasado, la mitad de las empresas españolas participantes ofrecía este servicio. Hasta hace poco tiempo, EEUU era el lugar elegido por un gran número de compatriotas porque en estados como California la regulación es muy estricta y transparente. Pero otros países van ganando terreno, sobre todo por una cuestión económica. Recurrir a este método en la India, Ucrania, Georgia, Kazajistán, Rusia o México supone un gasto de unos 37.000 euros, mientras que en Estados Unidos el coste se eleva a más del doble, alrededor de 83.000.
Tener así un hijo puede costar desde 37.000 euros en la India hasta 83.000 en Estados Unidos.
Mientras tanto, aumentan las voces que piden la legalización de los vientres de alquiler. Así lo exige la Asociación por la Gestación Subrogada en España, que denuncia la doble moral que supone no permitir que esos niños nazcan en territorio nacional pero sí otorgarles todos los derechos cuando llegan procedentes de otras latitudes. En el lado contrario se sitúan los que se amparan en casos como el de Gammy, una niña que nació en agosto con síndrome de Down en Tailandia. Sus futuros padres, una pareja australiana, decidieron abandonarla junto a su madre subrogada y llevarse solo a su melliza sana. Este caso volvió a dar argumentos a todos los que consideran inaceptable que una mujer sirva de incubadora al bebé de otras personas. Además, corrientes bioéticas rechazan el proceso porque no es meramente altruista, sino que hay dinero en juego.
Quizá la parte más difícil de comprender sea la de la madre que gesta el bebé. ¿Qué lleva a una mujer a acoger en su vientre al hijo de otro y a desprenderse de él nada más nacer? En determinados países en desarrollo, como la India, sin duda las razones son exclusivamente económicas. Pero ese argumento no sirve para Estados Unidos, pues la selección de las madres de alquiler pasa por comprobar que gozan de una posición económica desahogada y que no lo hacen por ese motivo (aunque reciben unos 25.000 euros por los gastos y molestias del embarazo). Para entenderlo mejor nos ponemos en contacto con una norteamericana que concibió en California dos hijos para una pareja gay residente en Cataluña.
Carolina tiene 34 años y dos niños de 12 y nueve. Trabaja como coordinadora de seguridad de una compañía, lo que le permite mantener su casa y a su familia sin ningún tipo de estrecheces. Su vida transcurría de forma convencional hasta que, un buen día, una amiga le comentó que iba a gestar el bebé de otra pareja y la animó a seguir su ejemplo. Tras informarse y superar todas las pruebas psicológicas decidió que daría vida a un ser humano para hacer feliz a otro. "El dinero nunca fue la razón que me llevó a aceptar el embarazo, soy solvente económicamente". Carolina recibió entonces, a través de la agencia intermediaria, la carta de una pareja española y lo que allí leyó la conmovió. "Me enamoré de ellos porque habían puesto su corazón y su ilusión en esas líneas. Decidí conocerlos y desde el primer instante sentí una conexión mágica. Les invité a mi casa y desde ese momento nos convertimos en una familia".
Robert Enríquez paseando a sus hijos (izda.) y Nicole Kidman con su hija. Fotos: Gtresonline.
A Carolina le implantaron dos embriones y los dos salieron adelante. "Resultó un embarazo complicado en los primeros meses pero el cariño de los padres hizo que todo fuera más llevadero, hablaba vía Skype con ellos, me enviaban flores...". Tras el parto los pequeños se marcharon rumbo a España aunque ella considera que tiene cuatro hijos. "Quiero mucho a esos dos niños, pero con respeto y siempre con permiso de sus padres", asegura. Solo la gente muy próxima conoce su historia.Y esos bebés no son ajenos a su vida: "Han cumplido ya 15 meses y no pasan 30 días sin que me envíen fotos y noticias. Es más, en su primer cumpleaños fuimos a Barcelona para celebrarlo juntos. Ya somos familia para siempre, y solo queda el amor y el cariño. No tengo ningún sentimiento de pérdida, supe que sus padres serían maravillosos con ellos".
Tener un recién nacido (tarea prácticamente imposible en las adopciones) que lleve los genes de alguno de los progenitores y lo rápido del proceso animan a miles de españoles a optar por esta vía. Diego, tras decantarse por la empresa VDA Fertility Consulting, porque le pareció "seria y con garantías", viajó a Estados Unidos para seleccionar a la donante de óvulos y a la mujer que llevaría a su pequeño en su seno... En tres meses todo estaba resuelto y solo faltaba que uno de los embriones fuera transferido. Nueve después (con las lógicas angustias, ¿todo irá bien?, ¿tendré problemas para traer a mi hijo cuando nazca?) volaba a Los Ángeles para conocer a Martín.
Pero no solo hombres emprenden ese camino. Almudena (nombre ficticio), ama de casa con imposibilidad de engendrar, se planteó dar un hermano a su hijo adoptivo. Y es que más de la mitad de los casos que recurren a la subrogación -según las agencias intermediarias- son parejas heterosexuales en las que la mujer no puede llevar a término un embarazo (el otro 40% corresponde a parejas homosexuales y un 10% a personas solas). Una mujer de origen sudamericano afincada en California trajo al mundo al bebé de Almudena. "Durante todo el embarazo estuvimos en contacto casi diario, me mandaba las ecografías, me contaba cómo iba todo. El parto se adelantó unos días y no pude ver nacer a mi hijo; ella lo cuidó hasta que llegamos mi marido y yo. Entonces nos lo entregó y jamás volvió a tener contacto físico con él, sabía quiénes eran sus verdaderos padres. No es solo un camino para los famosos, cualquiera con una economía saneada puede optar a este método", cuenta Almudena.
Diego anda inquieto, pendiente de una llamada de Estados Unidos. Una mujer tiene que comunicarle si el embrión que le implantaron hace unos días ha logrado salir adelante, después de que el test de embarazo diera positivo. Si todo va bien, el próximo otoño Martín tendrá un compañero de juegos.
(Fuente: Diario El Mundo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario