Hay una historia que siempre hace que se me agüen los ojos. Corría el año 1945, la Alemania nazi había sido derrotada y las cenizas del holocausto cubrían literal y figuradamente los cielos de Europa. En ese entonces, un rabino llamado Eliécer Silver decidió ir a varios pueblos para encontrar a los niños judíos que estaban en orfanatos descuidados. Para poder reconocerlos y reclamarlos sin problema ante autoridades o cuidadores de paso, dijo en voz alta una oración que suelen recitar los padres judíos a sus hijos antes de dormir. Cuando eso ocurrió, niños de todas las edades comenzaron a llorar y a abrazarlo mientras llamaban a sus papás desaparecidos. La misma situación se repitió en diferentes pueblos y ciudades de Europa. Gracias al deseo de una persona, miles de niños pasaron el resto de sus días en una familia.
Quienes hemos conocido de cerca a varios huérfanos, conocemos la marca indeleble que deja la pérdida familiar durante la infancia. Y mucho más si ella ocurrió en condiciones violentas. Conozco a una mujer fuerte y mayor que cuando está en situación de peligro, llama a su papá, un hombre que fue asesinado entre las montañas de Antioquia cuando ella era niña. Quienes hemos sido profesores de niños abandonados o hemos visitado los albergues, vemos la dificultad que tienen muchos para recibir o expresar afecto. Vemos sus ojos tristes conmoverse con facilidad, escuchamos sus inseguridades, temores o la incapacidad de algunos para destacarse en el estudio o creer en ellos mismos.
Esta semana y con la decisión de la Corte Constitucional de permitir la adopción a parejas del mismo sexo, volvió a tratarse el tema de los huérfanos en Colombia. Según cifras del Instituto de Bienestar Familiar, alrededor de cinco mil niños esperan dejar los albergues y ser adoptados por una familia. A estos se suman los miles de menores que perdieron a uno de sus padres y abandonaron los estudios para trabajar o ser cabeza de hogar. Las cifras al respecto son confusas porque es un fenómeno que no ha sido estudiado o medido con total precisión. En el año 2009, la revista Semana publicó un informe titulado “País de Huérfanos” que reveló cifras al respecto e impactó tanto a Sergio Estrada, un profesor universitario de Medellín , quien después de leerlo presentó con sus alumnos una demanda contra el Código de Infancia y Adolescencia. Su acción provocó la histórica sentencia de la Corte Constitucional de esta semana.
Esta decisión de la Corte es una victoria. Y no debe ser la única acción al respecto en un país como el nuestro con tantos niños huérfanos dentro y fuera de los albergues. ¿Qué acción grande o pequeña puede hacer cada uno para mejorar la situación de los huérfanos? ¿Cómo lograr que el tema interese a más personas? ¿Qué hacer para que ese mismo interés que despiertan entre muchos los animales desprotegidos ocurra también con los niños? Y es que al final de cuentas, todos estamos y estaremos conectados. Los huérfanos infelices de hoy serán los empleados, jefes y habitantes de nuestras ciudades de mañana.
(Fuente: www.elcolombiano.com)
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