"Y huir es lo que hago, dejando atrás casi todo lo que poseo en el mundo: mi maleta marrón, los tres vestidos que me hice en casa de los Byrne, los mitones, la muda de ropa interior y el jersey azul marino, mis libros escolares y lápiz, la libreta que me dio la señorita Larsen para que escribiera (...). Dejo atrás cuatro niños a los que no puedo ayudar y a los que no quiero. Dejo un lugar de degradación y miseria, como nunca volveré a experimentar. Y dejo cualquier resto de mi infancia en los tablones gastados del suelo de esa sala".
Este fue el pensamiento que asaltó a Vivian al abandonar la que era ya susegunda casa de acogida en apenas unos meses, con tan solo diez años y todos sus vínculos familiares a kilómetros y kilómetros de EEUU, en lacosta occidental de Irlanda: el lugar donde nació y vivió antes de emigrar junto con sus padres y hermanos a Nueva York.
El día de la huida de aquel lugar insalubre y caótico, en el que jamás fue tratada como una hija, es solo un cuerpecito espigado por las privaciones, de piel clara y cabellera color pelirrojo intenso. Una niña sin nada en las manos, aterrorizada y más consciente que nunca de lo que significa encontrarse verdaderamente sola.
Las cosas eran bien distintas un año atrás, todos la llamaban aún por su verdadero nombre, Niamh -"mi Niamh", recuerda que decía papá-. No sabía, siquiera remotamente, qué podía significar aquello de la Sociedad de Socorro a la Infancia; tampoco que un incendio la despojaría de cualquier lazo con el mundo de los que pueden hablar del pasado sin asomo de temblor, sin tanto miedo.
C. Baker Kline
Incluso las historias felices están llenas de pérdida. Nadie iba en esos trenes, a menos que hubiera vivido un gran trauma en el pasado
Su infancia juega un papel protagonista en la última novela de Christina Baker Kline El tren de los huérfanos (Ediciones B). En la que hasta el momento es la última obra de la autora británica, esa niña se ha convertido en una mujer de más de noventa años capaz, al fin, de mirar de frente a su propio pasado. Pese a lo trágico de sus recuerdos, sus vivencias no son tan distintas a las de miles de niñas y niños que fueron recogidos de las calles de varias ciudades norteamericanas entre 1854 y 1929 y montados en uno de esos trenes. Se estima que se transportaron más de 200.000 niños sin hogar desde la Costa Este de Estados Unidos hasta el Medio Oeste.
El propósito era brindar a los pequeños la oportunidad de encontrar una nueva familia. La realidad distó mucho de tan noble meta. Numerosos niños fueron usados como mano de obra barata, privados de educación, obligados a cumplir con larguísimas jornadas de trabajo... Otros corrieron peor suerte y "fueron a parar a casas que no tenían agua caliente, en el medio del bosque, con padres que les descuidaban, etc. Prácticamente todo lo que sucede en El tren de los huérfanos le sucedió a alguien en la vida real, incluyendo, por ejemplo, la historia de un chico al que acogió un granjero que más tarde intentó cambiarlo por un cerdo", explica Christina Baker Kline.
Hubo, por supuesto, excepciones y desenlaces felices. Sin embargo, la sombra del desarraigo acechó incansablemente a la mayor parte de los protagonistas de vivencias de este tipo. "Incluso las historias que acabaron felizmente estaban llenas de un claro sentimiento de pérdida. Como dijo uno de los antiguos pasajeros, nadie iba a parar a uno de esos trenes a menos que hubiera tenido que enfrentarse a un gran trauma en el pasado; los trenes eran el último recurso. Muchos de los pasajeros de estos trenes cambiaron de nombre más de una vez y de hogar en otras tantas ocasiones. No he exagerado; cada una de las historias que escuché destilaba drama, angustia, casualidad y asombro. Algunas fueron, incluso, mucho más dramáticas... Me di cuenta de que tenía la responsabilidad, al escribir este libro, de ser tan fiel a los hechos como me fuera posible, sin olvidar las emociones", aclara.
Precisamente, no solo de hechos sino también de emociones ha querido hablar la autora de este relato crudo y humano con La Aventura de la Historia.
'En algunos casos se trataba de una forma de explotación. No había leyes que aseguraran el bienestar de los niños'
- ¿Cómo empezó a interesarse por este asunto tan poco explorado?
- Hace unos diez años, visitando a la familia de mi marido en el norte de Dakota, me topé con un libro llamado Un siglo de historias, 1883-1983: Jamestown y el condado de Stutsman. En él había un artículo que abordaba el tema de los trenes de huérfanos. Se trataba de algo totalmente nuevo para mí, nunca había oído nada al respecto. Resultó que el abuelo de mi marido, Frank Robertson, y sus hermanos tuvieron un papel importante en esta historia. Mientras intentaba recavar información sobre el pasado de su familia, me di cuenta de que de si los trenes de los huérfanos pararon en Jamestown, Dakota del Norte, y los huérfanos que viajaban en esos trenes fueron adoptados allí, el clan de los Robertson venía desde Missouri. Mi curiosidad no acabó ahí: quise aprender más sobre este período tan poco conocido de la historia de América.
- ¿Qué objetivos pretendía alcanzar cuando comenzó a escribir acerca de los trenes de huérfanos?
- Quería, por un lado, explorar una parte importante de la historia americana que ha permanecido relegada a un segundo plano y, por otro, que los lectores reflexionaran sobre ciertas ideas acerca de la experiencia humana en las que quizá no hubieran reparado antes. Muchos de los niños y niñas que vivieron esta experiencia estaban avergonzados de esta parte de su pasado y cargaron con su secreto durante décadas, algunos incluso se lo llevaron a la tumba. Creo que el mensaje más importante que quiero expresar a través de mi novela es que la vergüenza y la clandestinidad pueden impedirnos ser enteramente nosotros mismos. Hasta que no somos capaces de expresarnos, de hablar con franqueza, no podemos dejar a un lado el dolor y continuar hacia adelante.
- ¿Qué fue aprendiendo durante el proceso de escritura?, ¿llegaron a variar sus planteamientos iniciales?
- Mientras escribía el libro, me di cuenta de algo de manera muy profunda: el problema de los niños que no son queridos, que son olvidados, descuidados e incluso objeto de abusos, jamás desaparecerá... no importa cuántos programas creemos. No quisiera que mis palabras se malinterpretaran, es importante tener controles, trabajadores sociales y leyes que protejan a los niños. Pero el dolor del abandono que experimentan los niños que han vivido la experiencia de formar parte de una familia de acogida es el mismo dolor que sentían los niños que se montaban en los trenes de huérfanos. Sus emociones son iguales.
- ¿Tuvo la oportunidad de hablar con personas que pasaron por esta experiencia?
- Cuando comencé a escribir la novela, fui por primera vez a una reunión en Minnesota de personas que habían vivido esa experiencia. No hay duda de que las historias que escuché y la gente que conocí me influyeron a la hora de escribir -y todavía hoy lo siguen haciendo-.
- ¿Fue este fenómeno específicamente americano o, por el contrario, también se dio en otros lugares?
- Este fenómeno fue común en otros lugares, no fue una excepción. Muchos niños de distintos países tuvieron experiencias parecidas, desde los niños ingleses que fueron transportados al norte del país durante la II Guerra Mundial hasta niños españoles que perdieron a sus padres y fueron enviados a vivir con extraños. Sucedió y continúa sucediendo, quizá de forma distinta, en todo el mundo.
- Más de 200.000 niños y niñas formaron parte de este tipo de programa de acogida. ¿Qué es para usted lo más impactante de la historia?
- Me quedé muy impresionada al descubrir que muchos de los pasajeros de esos trenes creían que el suyo era el único. No sabían que eran parte de un experimento social de dimensiones masivas, que duró 75 años. Hasta que sus propios hijos y nietos se interesaron por su historia no intentaron conocer a otros pasajeros. Fue entonces cuando comenzaron a compartir sus experiencias.
- Un número importante eran niños irlandeses que marcharon con sus padres a América y poco después quedaron huérfanos. ¿Fue la prosperidad una ilusión para los inmigrantes que llegaron a EEUU en los siglos XIX y XX?
- Durante mucho tiempo en América, como en la mayoría de los países, había escasa movilidad social y los inmigrantes pobres estaban a la cola de la escala social. Ascender era muy complicado. Los irlandeses fueron particularmente discriminados durante esta época. Los irlandeses católicos estaban oprimidos por los británicos y tuvieron que enfrentarse a muchos prejuicios también cuando vinieron a América.
- Muchos niños fueron obligados a hacer esfuerzos enormes y trabajar a destajo, sin recibir ningún tipo de remuneración a cambio. ¿Fue una práctica muy extendida?
- Tristemente sí. Al mismo tiempo, hubo niños que tuvieron experiencias felices. El problema es que las personas que decidían hacerse cargo de los niños no pasaban por absolutamente ningún proceso de selección.
- ¿Algunos casos podrían ser considerados hoy en día explotación infantil?
- Sí, de algún modo se trataba de una forma de explotación. No había leyes contra la explotación infantil o que aseguraran el bienestar de los niños.
- El inspirador de estos programas fue Charles Loring Brace, ¿qué se sabe acerca de él?
- Charles Loring Brace fue un pastor metodista, un reformador que esperaba mejorar las condiciones de vida de la gente pobre. Abrió el primer gran orfanato en Nueva York, la Sociedad de Ayuda a los Niños (Children's Aid Society). De él nació la idea de los trenes de huérfanos.
- Las dos protagonistas más importantes de la novela son una mujer anciana (Vivian) y una adolescente a punto de convertirse en mayor de edad (Molly). Ambas han formado parte de programas de acogida. ¿Qué tienen en común estas dos mujeres valerosas?
- Cuando escribes novelas, en muchas ocasiones te guías por el instinto. Al empezar a escribir sobre Molly, una niña de acogida de 17 años, india Penobscot, no reparé en los paralelismos con Vivian, una viuda adinerada de 91 años. Pero a medida que la narración iba fluyendo, me daba cuenta de que además de algunos aspectos comunes en sus respectivas biografías -ambas habían perdido a sus padres; habían ido pasando de hogar en hogar y se debieron enfrentar a los prejuicios debido a los estereotipos culturales; guardaban talismanes a modo de recuerdo de algunos familiares-, eran muy parecidas psicológicamente. El cambio ha sido un principio casi inmutable en sus vidas; desde muy jóvenes ambas han aprendido a adaptarse, a conformar nuevas identidades. Han invertido mucho tiempo de sus vidas en minimizar los riesgos, evitando conflictos y guardando silencio sobre el pasado. Precisamente, Vivian comienza a enfrentarse a la verdad sobre su historia cuando intenta contestar a las preguntas de Molly acerca de lo que pasó tanto tiempo atrás. Es entonces cuando ambas logran reunir el valor suficiente para cambiar sus vidas.
- ¿La sociedad americana es consciente de esta parte de su historia?
- Muy pocos americanos, incluso hoy en día, saben algo sobre los trenes de huérfanos. Espero que este libro ayuda a cambiar eso. Aún hay muchas cosas sin contar acerca de la historia de la adopción en Estados Unidos. En ese sentido, esta novela da en el blanco. Creo que mucha gente tiene ansia de relatos que iluminen algunos hechos históricos que han sido muy poco explorados o escasamente entendidos.
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