Por Patricia Velasco:
¿Qué le motivó a hacer este libro?
En principio, porque soy madre adoptiva de dos niños. Tengo dos hijas biológicas y dos adoptados (niña y niño). Otro motivo es que echaba de menos que hubiese testimonios en primera persona de padres adoptivos que tratasen el tema de la postadopción. Al principio todo es maravilloso, pero eso va cambiando y hay interés por saber sobre la evolución de esos niños cambiando, adaptándose, cumpliendo años, cómo llegaban a la adolescencia... Hace unos años, leí el libro "Las hijas del Yang-tsê" de Xue Xinran. Esta mujer entrevistaba a madres que habían abandonado a sus hijas en China. Después de leer cada una de esas historias, me quedaba en el aire qué habría sido de esos hijos. Entonces, me dije, voy a contar la otra parte: qué es de esos niños hoy en día, dónde están, en qué países... La mayoría de las personas, cuando abandonan a un hijo, piensa que estará en un orfanato, pero muchas veces no se imaginan que puede estar en la otra punta del mundo. Es completamente diferente a lo que uno suele pensar en este tipo de casos, y de ahí surgió la idea.
En un libro que contiene 22 experiencias de familias adoptivas, ¿por qué no introdujo su experiencia?
Quizás por pudor. Si hubiera querido escribir mi historia en primera persona lo podría haber hecho, pero me parecía más interesante ver cómo les va a otras personas, como a Jordi Sevilla, que adoptó aquí en Madrid; Pilar Rahola, que adoptó en Barcelona y también en la antigua Unión Soviética; Pilar Cernuda, en República Dominicana; Ángel Expósito, en China; el padre Ángel, que es padrino de un niño en El Salvador; y a muchas otras personas que no son conocidas, y que tienen historias muy bonitas y otras muy tremendas.
¿En qué coinciden todas estas experiencias?
Son historias de valientes con mucho amor. Todas, incluso las que están ahora con graves problemas. Hay un gran amor por parte de los padres y, también evidentemente, por parte de los hijos. Hay niños que tienen problemas duros, lo que llamo ese plus emocional que trae el niño del orfanato y que en algún momento de su vida le sale. Estos niños son conscientes de lo que significa un abandono, por mucho que quieran a sus padres adoptivos, y eso les lleva a tener que digerir esa historia. Incluso en los casos más graves, niños con síndrome de alcoholismo fetal, como es el caso de algunos de Rusia. Niños que son problemáticos, que tienen un comportamiento que no es lo normal, y aun así ese amor persiste en los padres. Hay que acostumbrarse que no solo con el amor se solucionan los problemas. Sí, el amor te ayuda a saber que estás aquí, que eres un pilar al que puede agarrarse ese niño, pero necesitas especialistas. No nos tiene que dar miedo ir a un psicólogo. Aunque sean historias de valientes con mucho amor, en muchos casos no solo el amor puede sacar del problema a un niño.
De estas experiencias, ¿cuál le parece más dura?
Hay varias. Por ejemplo, el caso de Eduardo, que se titula 'Ni un solo momento de felicidad'. Este hombre y su mujer adoptaron a tres hermanas biológicas de Rusia. Las niñas, según él, venían de unas vivencias muy duras, sobre todo las mayores. Él se ha sentido utilizado por ellas en el aspecto emocional. Los problemas de la adopción rompieron el matrimonio. Las niñas se quedaron con el padre, pero luego le demostraron al padre, o así lo siente él, que no les importaba. Las chicas se fueron de casa al cumplir la mayoría de edad. De repente, aparecían para pedirle dinero, pero sin resolver sus problemas. Al acabar el libro, hablé con él y me dijo que había quedado con dos de sus hijas para ver si retomaban la relación. Aquí estaría lo positivo de esta historia.
El otro caso son niños con el síndrome de alcoholismo fetal (problemas físicos, mentales y de crecimiento que se pueden presentar en un bebé cuando la madre toma alcohol durante el embarazo) en niños procedentes de la antigua Unión Soviética. Es el caso de Montse Roca, que tiene un hijo con este síndrome. Un síndrome que hace que este niño pueda ser agresivo y necesite medicación, que corresponde a distintos tipos de enfermedades. Esta enfermedad no se puede tratar como una sola. Además, en España hasta hace poco no era reconocido como una discapacidad y crea muchos problemas, por desgracia.
¿Qué experiencia te ha llegado más al corazón?
Hay dos casos. Uno es el caso bueno de Yo yó, uno de las hijas adoptivas de Blanca Rudilla. Blanca trajo a Yo Yó para que la operaran del corazón porque estaba grave. En realidad trajo a dos niñas, pero una de ellas murió tras la operación de corazón. Yo Yó tuvo la suerte de sobrevivir, de tener unos padres maravillosos y unos médicos estupendos, que hacen que en el Hospital Niño Jesús la llamen la 'niña milagro'. El otro caso es el de Daniel, el protagonista del segundo capítulo, "el héroe del basurero". Él tiene sindactilia, es decir, le faltan algunas falanges de los dedos, y fue encontrado por un cuidador del orfanato en un basurero. Daniel, un niño maravilloso, va a ser el único hijo adoptivo que hable en la presentación de mi libro, que tendrá lugar el 28 de noviembre en la sede de la Comunidad de Madrid. Él ha sido adoptado de mayor, ya con más de diez años, y es el vivo ejemplo de que, a pesar de las dificultades que puedas tener en la vida y la falta de amor, el ser humano puede florecer cuando tiene las condiciones oportunas.
¿Por qué es tan difícil adoptar?
Eso siempre me lo he preguntado yo, pero con el tiempo te vas dando cuenta de que, a veces, es necesario ese tiempo. Es verdad que, según los países, los tiempos se hacen más largos o no. Es difícil, porque primero necesitas la autorización de tu comunidad autónoma, una evaluación psicológica y económica y, sobre todo, ver si la pareja es capaz de afrontar los problemas que puedan surgir con un niño adoptado. Evidentemente, te pueden surgir los mismos problemas con un hijo biológico, pero aquí está el plus emocional del niño abandonado y, evidentemente, esos requisitos hay que cumplirlos. No se decide a la ligera si una familia es idónea o no. Muchas familias se desbaratan porque no son capaces de afrontar los problemas que han surgido después de una adopción.
Dependiendo del país de origen, los plazos serán más largos o no. La media de espera, en adopción con necesidades especiales, es de un año y medio, y en adopción normal unos siete u ocho años. Ahora mismo no hay niños en los orfanatos. Niños mayores, niños con necesidades especiales, es lo que hay, en estos momentos, en adopción. Lo que sí que pido, y lo digo por los niños con síndrome de alcoholismo fetal, es que por favor el origen de esos niños sea serio, sea responsable. Si un padre preadoptivo quiere aceptar a un niño con determinados problemas, está en su derecho de saber todo lo que puede llevar ese niño a casa, en su maleta. Eso me parece fundamental, que te permitan, también, que pediatras del país de los padres adoptivos puedan examinar a esos niños, o por lo menos que haya unos protocolos para que sepas si el niño tiene necesidades especiales. Me parece muy injusto que una persona o un matrimonio que quiera adoptar a un niño, dándole todo su amor, después se encuentre con cosas que desconoce. Cosas tan graves como el síndrome de alcoholismo fetal.
Cuando hay hijos biológicos en la familia, ¿cómo se debe trabajar con ellos el proceso de adopción?
Haciéndoles partícipes en el proceso de adopción de su hermano.
¿Qué recomendaciones harías a unos padres que van a iniciar un proceso de adopción?
Que tengan mucha paciencia, muy claro lo que quieren hacer y que estén dispuestos a todo.
¿Volverás a escribir sobre adopciones?
La verdad es que me gustaría y, de hecho, aunque hay que esperar unos años, me encantaría hacer la segunda parte de este libro con los niños que aparecen en esas historias. Que ellos me hablen de su experiencia como hijos adoptivos. Me parecería muy bonito que pudiese ser esa la segunda parte.
(Fuente: www.madridiario.es)
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