jueves, 5 de noviembre de 2015

Cuento de Navidad por Kafka.


Daniela Fejerman no tenía hijos y tras, un largo calvario de estudios y tratamientos in vitro de los que ahora se arrepiente, decidió recurrir a la adopción internacional. Ahí empezó otro infierno, pero de éste no se arrepiente. Desde febrero de 2009, es madre de un delicioso niño ucraniano que hoy tiene ocho años. “Todo mereció la pena”, asegura. La directora ha volcado toda su experiencia, esa especie de fiscalización de tu vida y de duros exámenes para comprobar “si eres merecedor de ser padre y madre”, y esos trámites eternos y dolorosos que vivió durante tres meses en Ucrania en La adopción, primer filme español a concurso en la sección oficial de la Seminci.

Protagonizada por Nora Navas y Francesc Garrido, la película se adentra en la trama burocrática y corrupta, en medio de un paisaje desolador de frío y nieve, que se encuentran las parejas que quieren adoptar niños en ese país. Con elementos reales, pero con una progresión y una tensión cinematográfica de ficción, que se acerca en ocasiones al thriller, en La adopción no se identifica en concreto a qué país del Este de Europa se refiere, aunque el rodaje se llevó a cabo a lo largo de seis semanas en enero pasado en Lituania. “Nuestra experiencia personal, la mía y la de mi pareja, fue un infierno. Cuando estábamos allí me escribía por correo electrónico con mis amigos contándoles nuestras pesadillas. Era como estar en un cuento de Navidad narrado por Kafla. Era un mundo opaco, lleno de burocracia y corrupción. Una amiga me consoló diciéndome que con el tiempo lo vería con distancia y hasta podría escribir de ello”. Así fue. Y poco después, junto a Alejo Flah, comenzó a escribir el guion basándose principalmente en su historia personal pero también en la de otras parejas en la misma o similar situación. “Nuestra obsesión fue que lo que inventáramos estuviera en el mismo tono que la realidad. No podíamos ser peliculeros, ni salir del anclaje real que tiene la historia”, asegura la realizadora catalana.

Fejerman explica que la felicidad que siente hoy junto a su hijo no esconde –“muchos padres adoptivos tienden a olvidarse o a tapar los momentos más dolorosos de los trámites”- lo mal que lo pasó en aquellos tres meses de duro invierno en Ucrania. “Lo más revulsivo fue escribir el guion, porque después todo el trabajo con los actores y el rodaje me sentía un poco más alejada, era como un material de ficción”. Una de los puntos fundamentales del filme, además de ese retrato cruel de la burocracia, fue la relación de pareja entre los dos actores, Garrido y Navas. “Los dos se metieron en la historia con un compromiso total. Intentamos recorrer el camino de cada uno de los dos. Es una relación que se va descompensando. Ella empieza siendo como la débil, la que busca el soporte en él, para poco después ser él el que se hunde y ella se muestra dispuesta a seguir en solitario”, explica la realizadora.

En Lituania encontraron todas las puertas abiertas para esta historia, rodada en cuatro idiomas diferentes –castellano, catalán, inglés y ruso-. “Tenía claro que la complejidad lingüística refleja la complejidad real que se convierte en otro de los dramas de esa situación”. Realizada en coproducción, hubo una mezcla de equipos lituanos y españoles. De los actores rusos que aparece en el filme, la que interpreta a la intermediaria de la adopción, una mezcla de madre, de aprovechada pero en el fondo una superviviente, y a la estricta funcionaria y psicóloga, Larisa Kalpokaité y Arünas Puidokas, está más que satisfecha la realizadora. “Luego, me he enterado que son consolidados actores de teatro en su país”. Al igual que de la elección del niño, que encontró en un jardín de infancia en Lituania, y que tenía el mismo tono en el rostro que dice Fejerman que tienen los niños de los orfanatos en Ucrania. “Son niños como sin expresión. Nunca les han cogido, ni abrazado, ni sonreído. No tienen tono muscular. No saben apretar la mano”. Y aunque el chico de la película tiene padre y madre, a Fejerman le recordó a su hijo cuando le conoció, en las Navidades de hace ya ocho años.

Hoy esta directora, nacida en Argentina en 1964 y afincada en Madrid, lamenta las dificultades y las restricciones que existen cuando hay tantos niños sin familia y tantos padres con deseos de adoptar. “Mi intención no ha sido tanto denunciar sino mostrar una realidad”.

(Fuente: www.cultura.elpais.com)

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