Llevo tiempo queriendo escribir sobre un asunto que me llega y me toca de lleno. Todos sabemos lo que cuesta, a veces, tener familia y, sobre todo, en casos de adopción monoparental. Es mi caso, la adopción fue un proceso largo, mirado con lupa y, sobre todo, lleno de interferencias, papeles, demoras, juicios y esperas que parecían no tener fin. El proceso de adopción es un acto consciente y deseado, que se demora lo suficiente para que te preguntes si merece la pena y para reflexionar solo o en familia.
Y merece, porque como cualquier parto, el dolor queda atrás y se te olvida cuando abrazas a tu hijo por primera vez. Sabes que a partir de ese momento estaréis juntos para siempre, pase lo que pase.
Un productor de televisión amigo, catalán y padre adoptante, me dijo una vez que la adopción es una cuestión de 'grapa', refiriéndose a que tu expediente y el del menor, se unen por primera vez a través de una grapa en un despacho, de un lugar del mundo, normalmente, lejos de donde tú estás. Otras veces, y cada vez más, los procesos se llevan a cabo en nuestro país, pero la unión es igual de bella.
Cada vez que me dicen o destacan la "buena obra" que he hecho al ser madre adoptiva, o la "suerte que tiene", me pica el alma. Es algo que no puedo evitar y que sé que los que sois padres adoptivos, entendéis a dónde quiero llegar. Alguna vez han asumido y han puesto en mi boca la idea de que se adopta por "ayudar".
¿Quién ayuda a quién? ¿Quién tiene suerte? Se adopta en conciencia y de manera muy pensada y, como en un embarazo biológico, es un proyecto de familia muy ilusionante.
La respuesta en mi caso me la dieron en casa "Mamá, te he adoptado yo a ti...". Os aseguro que un momento así, se te abre un cielo de posibilidades en el vínculo emocional y entiendes tantas cosas, que me veo en la obligación de pediros que reflexionemos.
Todo encaja, porqué entiendes que esa personita bella está en tu vida. Cuando llegas al aeropuerto de tu ciudad con tu hijo recién 'parido'/abrazado, sabes que inicias una nueva etapa y que tienes una responsabilidad, no solo y sobre todo con ese niño, sino con aquellos padres que no pudieron cuidar de él o ella y a los que debemos honrar. Hay que tener esto muy claro y muy en cuenta.
Es bueno recordarlo por los niños, que a medida que van creciendo necesitan dar muchas respuestas a preguntas más allá de su origen, que tienen que ver con lo que supuso su senda hasta nosotros. Hay poco apoyo a los niños adoptados en esta etapa de su vida y es algo a solucionar. Hay que cubrir esa necesidad de saber que han sido amados y deseados y lo serán siempre.
Entender que no siempre todos pueden hacerse cargo de sus hijos y que los padres biológicos toman decisiones, a veces, muy dramáticas para ellos, por el bien de sus hijos. Pocos se paran a pensar en lo que cuesta a unos padres dejar a su hijo en un lugar, a sabiendas que nunca sabrá de él. Firmar una carta de renuncia...
Nadie pertenece a nadie. Todos somos de todos. Así fui educada y educo. Todos llegamos a la vida de los demás para aprender algo y os aseguro, cada acción que nos lega quien tenemos delante, si estamos atentos, nos llega para saber más de nosotros. Así pasa con los hijos, los padres y con todo en la vida.
(Fuente: www.mujerhoy.com)
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