El presidente Putin ratificó hace unas semanas el decreto que prohibía cualquier adopción de niños rusos a padres norteamericanos. Dicha medida ha sido bautizada como “ley Yákovlev”, en referencia al incidente en el que un niño de 21 meses (Dmitri Yakovlev) murió después de pasar nueve horas olvidado en el interior de un automóvil. El padre adoptivo fue absuelto de homicidio involuntario, tras alegar que fue a trabajar y se olvidó de dejar al niño en la guardería. En otro reciente caso, una madre mandó a su hijo adoptivo en un avión de regreso a Rusia con una carta sin destinatario concreto (“to whom it may concern”) que explicaba que ya no quería al niño porque era violento. Artemi, de siete años, volvió al orfanato y la madre adoptiva tuvo que pagar 150.000 dólares de indemnización (de acuerdo con lo establecido por el acuerdo bilateral para las adopciones).
Las fotos del montaje adjunto se realizaron en octubre de 2005 después de visitar cuatro orfanatos de la región de Riazán. Entonces tuve la oportunidad de acompañar a cuatro andaluzas (Teresa de San Fernando, Dolores de Villamartín, Manuela de Córdoba y Mª José de Cádiz) que recorrieron más de 15.600 kilómetros para conocer las condiciones de vida de los niños que acogían durante el verano. (Dichas fotos no han podido ser publicadas, pero este texto merecía la pena conservarlo para presentar el resto de vivencias y narración...).
La vida cambia para los niños que van a España, ven que puede ser mejor; lo malo es que después no quieren volver”, reconoció entonces Olga Igarievna, directora del orfanato de Spassk (a 250 km de Moscú).
“Los niños lloran en el aeropuerto porque no quieren volver. Van con lo puesto y vuelven cargados de paquetes como si fueran ricos”, confirmó Rina, antigua coordinadora de servicios sociales de la región de Riazán. Sólo 22 de los 140 niños que albergaba el orfanato de Spassk eran huérfanos; el resto provenía de padres con problemas de alcoholismo, drogadicción, malos tratos o prostitución.
“¡Chiquillo qué frío!” Teresa se resfrió durante el viaje y no paraba de toser; nerviosa se preguntaba: '¿Se acordará de mí? ¿Me querrá dar un beso?”; cuando llegamos al orfanato el niño se abalanzó sobre ella, la abrazó, le preguntó por toda la familia y pasaron el resto del día juntos.
Menos suerte tuvo Mª José, el alma se le cayó al suelo cuando llegó a Smolenks y vio cómo vivía su niña. Las cuatro exigieron hablar con el director a quien preguntaron cómo podían ayudar; el director respondió que si le estaban tomando el pelo: necesitaban de todo, cualquier ayuda era bienvenida.
Durante las visitas los niños te rodeaban, te seguían, te querían tocar, que les hicieras fotos, que les escribas algo en tu idioma… tras visitar el último orfanato nos montamos en la furgoneta y un niño salió corriendo detrás hasta que el conductor paró.
Abrí la puerta y el niño me entregó una cassette de hip-hop ruso. Su más preciado tesoro posiblemente. Yo le di el CD que llevaba en mi reproductor, La Fusa, de Vinicius de Moraes; me hubiera gustado ver la cara que puso cuando lo escuchó.
Leyendo las estadísticas me hace daño imaginar qué fue de su vida. De acuerdo con el Ministerio de Salud ruso, los jóvenes que pasan por un orfanato sufren una importante falta de integración social: 40% se vuelve adicto a la droga; 40% comete crímenes; 10% se suicida.
Según otro informe de la Comisión para la Infancia en Riesgo, de los cerca de 15.000 jóvenes que salen cada año de los orfanatos, 5.000 se quedan desempleados, unos 6.000 viven en la calle, 3.000 se dedican a la criminalidad y 1.500 se suicidan. De entre las chicas, la mitad son forzadas a prostituirse.
Una reciente investigación de la Fiscalía General reconoce que aún se mantienen los abusos de los cuidadores a los niños y que a los orfanatos no llegan todos los recursos destinados.
Las condiciones de los orfanatos varían, según hablemos de instituciones situadas en los centros urbanos, con gran capacidad para obtener fondos externos de financiación, o de instituciones más rurales, donde los recursos son mínimos.
El sistema de acogida ruso tiene cuatro tipos de orfanatos: 'Casa Cuna', donde los niños viven desde la infancia hasta los cuatro años. A esta edad, son llevados bien a la Casa de Niños, o bien a los Internados Especiales, destino de aquellos que padecen alguna discapacidad. Otro centro es el “Priut”, un centro de acogida temporal donde los niños son llevados a la espera de que sus padres se recuperen.
En la actualidad hay cerca de 370.000 niños rusos en centros de acogida, aunque UNICEF sostiene que el número de niños huérfanos y desaparecidos es muy superior.
Sobre el tema hay una película muy recomendable de Andrei Kravtchuk, Elitaliano: “En el año 2000, cuando la situación todavía estaba complicada en Rusia, había muchos niños de la calle lavando coches, vendiendo periódicos y ganándose la vida como podían. Yo quería hacer una película sobre ese mundo, algo parecido a la historia de David Copperfield. Hablé con mis amigos de esta idea, pero el guionista no conseguía escribir nada que me convenciera; el decorador me comentó un día la noticia de un chico de seis años que aprendió el mismo a leer y escribir para poder ir a buscar a su madre y salir del orfanato”.
El arzobispo ortodoxo Vsevolod Chaplin ha asegurado que “los niños adoptados por padres estadounidenses no van al cielo”; olvidó de decir que los que se quedan van mucho más rápido. Según estadísticas oficiales, un niño adoptado por padres rusos es 39 veces más proclive a morir joven que uno adoptado por padres occidentales.
“Si un padre mata a un niño, tanto en los juzgados de EE UU como en Rusia será considerado un perturbado psicópata. Si el 60% de los huérfanos rusos sufren abusos de sus cuidadores la sociedad rusa es responsable”, escribe la periodista Yulia Latinina.
En los últimos 20 años, cerca de 60.000 menores rusos han sido adoptados por padres norteamericanos. En la actualidad, unos 1.000 menores son acogidos al año, siendo el primer destino de adopción para los huérfanos rusos y el tercer de procedencia (tras China y Etiopía) para EE UU.
La mayoría de países se rigen por la convención internacional de La Haya para la adopción. Rusia firmó dicha convención, pero sigue sin ratificarla.
Robert Schlegel, miembro de Rusia Unida y promotor de la prohibición, ha anunciado en Twitter que él mismo propondrá una enmienda a la ley para que los niños con discapacidades sí puedan ser adoptados.
Según Svetlana Goryacheva, diputada de la Duma, “se han llevado 60.000 niños de Rusia a Estados Unidos. Incluso si una décima parte de estos huérfanos fuera utilizado para trasplantes de órganos o para placer sexual, quedarían 50.000 que podrían ser reclutados en una guerra contra Rusia”.
Tanto analistas occidentales como rusos han presentado el bloqueo de las adopciones a padres norteamericanos como una reacción del gobierno ruso a la Ley Magnitski, aprobada recientemente por el Senado estadounidense y que prohíbe la entrada a EEUU de ciudadanos rusos sospechosos de violar los derechos humanos.
(Fuente: Russia Beyond the Headlines (entonces, Rusia Hoy). Articulo y reportaje de Fran Martínez)
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