sábado, 4 de abril de 2015

'Después de dos años sufriendo por fin podemos adoptar a nuestra hija'


Gemma y Guillem podrán poner fin hoy mismo a un periodo de angustiosa espera. Fueron una de las 17 parejas de Tarragona atrapadas por la postura homófoba de Vladimir Putin. En julio de 2013, la Duma (Parlamento), una cámara títere en manos del presidente ruso, prohibió la adopción de niños rusos por parejas españolas porque en España está en vigor la ley que permite el matrimonio homosexual. Putin quería impedir que un pequeño pudiese ser educado por dos padres o dos madres. La decisión supuso la paralización de los trámites de adopción que habían emprendido 500 familias españolas.

El Gobierno español y el ruso emprendieron una larga negociación para reformar el convenio bilateral de adopción. El nuevo acuerdo fue firmado por ambos países, ratificado por el Congreso y el Senado españoles, por la Duma y finalmente sancionado por Putin el 9 de marzo.

Era la luz verde a las adopciones. Las 17 familias tarraconenses que vieron paralizada su adopción respiran tranquilas. Algunas ya habían podido traer a sus pequeños.

La luz verde les llegó hace unos días a Gemma y Guillem en forma de una llamada telefónica que les informó de que ya tenían una asignación de una niña de dos años de la zona deKémerovo, en Siberia.Era el primer y ansiado paso. El segundo es conocer a la pequeña que se les ha asignado. Hoy mismo podrán encontrarse con la que será su hija.

En conversación telefónica desde el hotel en que aguardan impacientes, Guillem admitía ayer por la tarde que «estamos inquietos, emocionados, contentos... A ver qué pasa mañana» (hoy para el lector).

Guillem recibió la llamada de la ECAI (Entidad Colaboradora en la Adopción Internacional) cuando estaba en una charla sobre el uso seguro de Internet por los niños. La alegría fue inmensa. Guillem telefoneó enseguida a su esposa. Y el sentimiento de alivio, la explosión de emociones... fueron mutuas e inmediatas .«Después de dos años sufriendo por fin podemos adoptar a nuestra hija», resumen.

Ahora les toca esperar a los últimos trámites, con dos viajes más a Kémerovo de por medio: para asistir al juicio en que se les concederá definitivamente la adopción de la pequeña y para ir a buscarla. Esta espera final es la más dura. «Estamos muy nerviosos. Tanto tiempo esperando y ahora toca correr», describe Gemma. Los viajes son agotadores:primero a Moscú y de la capital rusa a Kémerovo, a 3.482 km al suroeste de Moscú.

El segundo hijo

Gemma y Guillem ya tienen otro niño, Martí, que en junio cumplirá tres añitos. También es ruso. De Sarátov (una ciudad situada 850 kilómetros al sureste de Moscú). Martí ya sabe que en breve tendrá una hermanita.

En una reciente entrevista del periodista con sus padres, el pequeño no para de corretear y jugar. Es un ‘polvorilla’ pero que sabe mostrarse como un excelente anfitrión cuando el fotógrafo irrumpe en la casa: «¿Quieres un café?», le ofrece al fotoperiodista entre las risas de sus padres.

La adopción de Martí fue mucho más rápida. Apenas un año. La agilidad del primer proceso les llevó a desesperarse por la lentitud de este segundo. Han sido meses y meses de estar pendientes de toda noticia de Rusia y de alejarse de cualquier polémica política. «Nos aseguraban que tarde o temprano, España y Rusia llegarían a un acuerdo sobre las adopciones», dice Gemma.

Gemma recuerda que «una chica de un grupo de Whatsapp colgó una foto de su bebé, acababa de dar a luz. Ese mismo día nos dieron la asignación. Mi alegría es invisible». O no. Porque en los ojos de Gemma y Guillem se aprecia el amor que ya sienten por la pequeña.

Toda esa angustia, incertidumbre y alegría ya la pasaron Esther y Josep, de Tortosa. Fue otra de las 17 parejas a las que Putin frustró su sueño durante meses. Su espera fue más tensa porque ya conocían a su hija desde agosto de 2013. Finalmente Esther y Josep recogieron el 3 de junio del año pasado en Sarátov a Daria, de tres años y medio. Aquel día hubo lágrimas. De felicidad.

(Fuente: www.diaridetarragona.com)

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