El cerrojazo de los países de origen, el aumento de los tiempos de espera y el empobrecimiento de las familias por la crisis provocan que los niños adoptados en el extranjero hayan pasado de 438 hace 13 años a solo 28 en el primer semestre de este año
Paco Cerdà Aunque digan que los niños vienen de París, Jerónimo Pérez no para de buscar a la cigüeña en las proximidades de Moscú. Este alteano y su esposa, María José, de 42 y 43 años, han iniciado el proceso de adopción de un niño ruso. Es la ilusión de su vida: llevan un año de trámites y todavía les falta alrededor de un año y medio más de espera y gestiones. A ello hay que añadir los 35.000 euros de gasto medio que cuesta adoptar a un niño en Rusia. «Es una inversión de dinero, de tiempo y a veces también de salud, porque esto resulta muy duro. Tienes momentos de euforia y otros en los que te deprimes y estarías a punto de mandarlo todo al traste. Pero seguro que cuando bajemos del avión con el niño en brazos, se nos olvidará todo», confía Jerónimo.Su retrato personal dibuja a la perfección la situación de la adopción internacional, que atraviesa una profunda crisis en la Comunitat Valenciana. En los últimos quince años (1998-2012), la media de adopciones extranjeras rozaba las 292 adopciones constituidas cada año. Con picos de 438 niños adoptados en el extranjero durante el año 2000 ó de 370 menores en 2006, a partir del año 2008 —coincidiendo con el inicio de la crisis económica— nunca más se superaron los 300 niños adoptados por año. La reducción ha sido imparable hasta llegar a solo 99 adopciones internacionales constituidas en 2012 y haber cerrado el primer semestre de 2013 con una cifra alarmante: solo 28 niños extranjeros adoptados en toda la Comunitat Valenciana. Son casi la mitad que las adopciones nacionales formalizadas durante el mismo periodo, que ascendieron a 53, cuando hasta el año pasado las adopciones internacionales siempre superaban en más del doble a las nacionales. ¿Qué ha ocurrido para explicar este brusco descenso?
Aunque lo más socorrido es culpar a la crisis, en este asunto sensible se cruzan varias circunstancias. Y entre las primeras razones figura el tiempo de espera para finalizar la adopción, que va en aumento. Según datos de la Conselleria de Bienestar Social, la media de duración de una adopción internacional ya ronda los siete años, incluso los ocho cuando se trata de China. En el caso de las adopciones de niños españoles —también complicada— se mueve en torno a los cinco años y medio.
El «desánimo de las familias» por el tiempo que tardan en adoptar, alargado por «las trabas puestas en los países de origen» o por vaivenes en la apertura de fronteras para la adopción, hace que la gente se eche para atrás o que renuncie al proceso nada más comenzarlo, explican fuentes de la conselleria.
La caída en el número de solicitudes de adopción internacional corroboran esa mengua: se ha pasado de 1.124 solicitudes en el año 2006 a apenas 312 durante el año pasado. Y la demanda va a menos: en los primeros seis meses de 2013 solo hubo 80 valencianos que presentaron la solicitud para acoger a un menor extranjero en su familia. Una cifra insignificante si se tiene en cuenta que en los últimos quince años han llegado 4.401 niños extranjeros y otros 1.648 menores españoles han sido acogidos por familias valencianas.
Pero existen más razones que trascienden al desánimo personal por la tardanza. Amparo Alcántara, de la entidad colaboradora de adopción internacional Asociación de Ayuda a la Infancia del Mundo (AAIM), subraya que, en los últimos años, «muchos de los países en los que podía adoptarse, tanto en Latinoamérica, África, Asia o Europa, han cerrado las adopciones internacionales por distintos motivos. Y eso imposibilita que las familias puedan solicitar de allí una adopción».
Los datos le dan la razón. En 1998, hubo niños adoptados de 18 países diferentes. La cifra de 2006 era de 16 Estados distintos. En cambio, en 2012 cayó a diez países. Y en este primer semestre solo ha habido siete naciones que han enviado niños a la Comunitat Valenciana para su adopción: China, Rusia, Filipinas, Etiopía (que abre y cierra continuamente), Nicaragua, Mali y Colombia (que la cerró hace unos meses). Porque después hay países como Brasil, Ecuador y El Salvador que ofrecen niños mayores de cinco seis años, una edad que ya no satisface a parte de los interesados.
Un coste de 35.000 € en Rusia
La crisis sí que ha afectado a la hora de adoptar en Rusia, que —después de haberse desbloqueado el marco de las futuras adopciones desde España, encallado desde principio del verano— pasa por ser el país de más rápida adopción internacional a través de la Comunitat Valenciana, con dos años y medio en total por regla general. Sus requisitos no son draconianos: solo se exige que la pareja esté casada, que ambos cónyuges sean mayores de 25 años y que entre los dos sumen unos ingresos mínimos de 25.000 euros anuales.
Pero también resulta el país más caro con esos 35.000 euros (los precios están regulados por ley), que pueden aumentar si el niño está en una zona remota del gigante ruso. Los dos viajes en avión, la estancia de 22 días, el traductor y el chófer contratado o el elevado precio de hoteles y comida explican el elevado precio. Hoy, no todas las parejas disponen de unos ahorros inmediatos de 35.000 euros más ingresos fijos anuales de 25.000, subraya Amparo Alcántara, cuya asociación ha logrado traer a 77 menores rusos en los últimos cuatro años.
Ella sabe lo que es sufrir el nerviosismo y el desgaste de los padres. «Hubo un momento en el que tuvimos duraciones de entre 3 y 5 años y vimos que el desgaste es brutal, porque tienen la sensación de que no avanzan. Creen que es un proyecto que iniciaron hace cinco años en el país de origen, más todo el tiempo que llevan queriendo tener hijos biológicos y sin poder. Es un proyecto de tu vida que se alarga sin que nunca veas la meta, lo cual desgasta a las familias. Y para eso estamos nosotros, para apoyarlos psicológicamente», señala.
El endurecimiento de las condiciones burocráticas en los países de origen, el agotamiento personal de los aspirantes y los problemas económicos para sufragar el coste de los procesos han confluido para hundir la adopción internacional. Hoy es más difícil que nunca. Pero aquellos que puedan y resistan en la aventura de buscar a su cigüeña, siempre les quedará el sueño del avión de regreso con el mejor regalo en brazos.
(Fuente: www.levante-emv.com)
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